Los papás y mamás de niños de Alta Demanda muchas veces nos preguntamos por qué nuestros hijos son tan intensos, tan absorbentes, tan extremos…tan difíciles a veces.
Uno de los componentes que parecen influir es la genética, y muchos padres de repente descubren que ellos mismos fueron igual que sus hijos.
Yo no lo tengo claro al cien por cien, aunque cuanto más conozco a mi hija, más profundizo en mi propia historia y más semejanzas encuentro.
En todas las fotos que tengo de bebé salgo llorando, y en ninguna estoy con mi madre. Tengo fotos con mi padrino, con su hermana, con mi tía…..y siempre llora que te llora. Toda la vida he oído a mi madre decir: «En cuanto te cogía alguien te ponías a llorar» Lo he oído tantas veces a lo largo de mi vida que nunca me había planteado nada, pero ahora sí. Sólo quería estar en sus brazos igual que mi hija en los míos.
Ya de más mayor no quería separarme de mi madre. Tengo en mi memoria a mi madre pasando a casa de la vecina a pedirle alguna cosa y yo quedarme en el salón llorando a moco tendido y sintiéndome sola en el mundo. La «separación» era de apenas unos minutos, pero para mí eran una eternidad.
No sé si dormía bien o mal, pero sé que no me gustaba irme a la cama y me terminaba metiendo tantos muñecos dentro que luego yo no cabía. Parece que a mi manera intentaba colechar para sentirme acompañada.
Me recuerdo como una niña insatisfecha y un poco impredecible y muy sensible. Cualquier cosa que veía en la tele me producía mucha angustia y me hacía llorar, pero claro no podía hacerlo porque nadie me entendía así que contenía las ganas y seguía como si nada, pero con un nudo en la garganta. Eso me sigue pasando hoy cuando veo alguna desgracia en la tele.
Hay muchas telas que no puedo tocar porque me dan mucha dentera. Nunca lo había pensado realmente pero tal vez sea hipersensibilidad al tacto.
No soporto el sabor amargo, me da arcadas y ganas de vomitar, al igual que algunos olores que me revuelven el estómago.
Uso gafas de sol incluso en invierno. Mis ojos son oscuros pero siempre me ha molestado la claridad.
Cuando estoy en sitios con mucho ruido y mucha gente me siento aturdida, y si el sitio está cerrado siento incluso algo de claustrofobia.
Soy muy intensa. Cuando algo me gusta siempre quiero más y en seguida me emociono con las cosas.
¡Vaya!, tengo que confesarte que cuando he empezado a escribir este post no lo tenía muy claro, pero según he ido avanzando he visto la luz y ya no tengo ninguna duda. Estoy convencida que fuí una niña de alta demanda y que sigo siendo una adulta de alta demanda. 
Pero si sigo analizando la situación veo que siempre me he sentido un poco fuera de lugar, diferentes intereses, con una vida interior demasiado grande que me hacía estar muchas veces en mi mundo y un poco incomprendida.
Mi hija ahora está en la misma situación con la diferencia de que a mí me cortaron las alas porque nadie escuchó mis necesidades y yo quiero proporcionarle a mi hija alas para que pueda volar, para que cumpla sus sueños y sea feliz, para que utilice sus capacidades de la mejor manera posible y desarrolle todo su potencial.
La vida me da ahora una segunda oportunidad, para que mi hija pueda gestionar sus increíbles características sin tener que esperar a ser adulta y darte cuenta que has pasado media vida dando bandazos sin saber por qué.
Después de esta reflexión te aconsejo que escuches a tu hijo, que por duro que te parezca el camino a veces, mires las cosas con perspectiva. Si estás a su lado ofreciéndole tu apoyo incondicional y acompañándole seguro que en un futuro todos lo agradeceréis.
Imagen cortesía de Freedigitalphotos.net