A los bebés y niños de alta demanda en general no les gustan mucho los ruidos ni los sitios con mucha gente. Tienen una gran hipersensibilidad, se excitan fácilmente y los ruidos normales les sobresaltan.

 

Por este motivo nosotros casi siempre hemos tenido que «huir» de las aglomeraciones, de festejos y de sitios supuestamente específicos para niños, en los que el volumen de ruido suele ser tan alto que incluso a mí me molesta, aunque también debo decir que desde que nació mi hija me he vuelto bastante empática con ella y cosas que antes no me molestaban ahora sí.

 

Cada vez que nos enterábamos de algún evento para niños que pensábamos que podía ser interesante allí que nos presentábamos. La mayor parte de las veces nos íbamos porque mi hija no se encontraba a gusto. Yo veía al resto de niños tan felices, pero como mi niña no lo estaba pasando bien y era de lo que se trataba, nos marchábamos.

 

Hay mucha gente que no muestra mucho respeto por los niños que no lo entendía, y me decían: No te vayas, ya se acostumbrará. Pero yo respetaba a mi hija y me iba.

 

Así hemos estado haciendo hasta que poco a poco ella se ha ido sintiendo más segura, menos incómoda.

 

Ahora casi con 5 años, puede estar en un sitio con mucho ruido, aunque a veces se tapa los oídos y dice que no le gusta.

 

Puede estar en un sitio con mucha gente, aunque normalmente pegadita a nosotros.

 

Pero vamos viendo cambios. El más espectacular ayer mismo.

 

Había en nuestro barrio un concurso de disfraces. A ella como a casi todos los niños le encanta disfrazarse. Se puso su disfraz y fuimos a la plaza.

 

Yo suponía que haríamos como otras veces, es decir ver la fiesta pero desde fuera.

 

Ella además es muy analítica y racional. Se queda fuera mirando todo y luego te cuenta con todo lujo de detalles lo que ha pasado y te hace mil preguntas.

 

Para mi sorpresa, me dijo que quería subir al escenario, y nos pusimos a la cola. Yo, suponía que cuando le llegase el turno de subir, me diría que había cambiado de opinión y ya no le apetecía subir. Pero no, estaba decidida.

 

Subió al escenario con un montón de niños, y esperó pacientemente su turno ya que era la última. Cuando el presentador la preguntó su nombre, su edad y de qué iba disfrazada, contestó con un aplomo y una seguridad, que me dejaron pasmada y emocionada.
Me sentí orgullosa, porque había hecho algo impensable solo unos meses atrás y feliz por haber respetado su ritmo, por no haberla presionado jamás para que hiciera lo que se suponía que tenía que hacer.

 

Me ha demostrado que es capaz de cualquier cosa, que solo necesita tiempo. Y que cuando ella se siente segura y preparada lo hace y punto.