El sábado pasado por fin salió el sol y decidimos aprovecharlo saliendo al campo a caminar. Fuimos con otra familia, en total cuatro adultos y cuatro niños de  entre 17 meses y cinco años.
Los adultos decidimos hacer una ruta para ver unas ruinas. Yo no lo veía muy claro, por los niños, pero hacía un día tan bonito que pensé que estaría bien.
(Nota: hacer más caso a mi intuición)
Así que sin pensarlo más empezamos a caminar.
El camino desde el principio era cuesta arriba y con piedras sueltas.
Nuestro objetivo: llegar arriba, el de mi hijo pequeño coger piedras. Jugaba un poco y le cogíamos en brazos para avanzar. Al poco rato se tiraba al suelo para coger más piedras, palitos, pisar hormigas….(sí, estamos intentando que no lo haga pero de momento es más rápido que nosotros).
Mientras la otra nena de tres añitos, había ido andando pero ya se estaba cansando.
Así fuimos un buen rato, entre brazos, suelo, quejas y protestas.
Los dos mayores iban delante jugando y caminando, pero llegó un momento que también se empezaron a cansar. 
Todos estábamos cansados y aún no llegábamos al objetivo. No había ni una sombra ni un sitio donde sentarse.
Por fín llegamos arriba  agotados, y nos sentamos a descansar y a comer.
Y luego vuelta. Cuesta abajo se hizo más rápido pero aún así fue agotador porque los peques se durmieron y los grandes ya estaban cansados de jugar y estaban bastante irritables (y los mayores también)
Está claro que solo pensamos en lo que a nosotros nos apetecía hacer y no en lo que iba a suponer para los niños. 
Los pequeños solo querían jugar y explorar todo lo que había a su alrededor y no les dejábamos hacerlo porque nosotros habíamos decidido caminar.
Habrá quien piense que los niños se tienen que adaptar a los adultos, pero comprobamos que eso no tiene ningún sentido ya que solo provocó momentos de tensión entre adultos y niños, situación que a mí personalmente no me dejó disfrutar del día.
Creo que hubiese sido más sensato dar un paseo pequeño donde los peques pudiesen jugar libremente y disfrutar del entorno y dejar para más adelante las rutas, porque por mucho que nos gusten ahora mismo lo mejor es que nos adaptemos al ritmo de  los niños.
Lo mejor del día las maravillosas vistas que pudimos contemplar desde arriba.