Tener un hijo de alta demanda es algo que agota desde el primer día.
Al principio te encuentras cansada después de la recta final del embarazo y del parto, y encima de repente te encuentras con una personita que depende de tí las 24 horas del día. Esta personita no se limita a comer y dormir, tal y como te habían contado, lo que hace es estar encima de ti literalmente todo el día y toda la noche.
Te pasas las horas dándola el pecho, cosa que si tienes suerte te irá bien a la primera, pero si eres como la gran mayoría tendrás alguna dificultad y algún dolor que haga poco soportable que tu hijo se pase ahí todo el tiempo.
Así que de repente te das cuenta que has dejado de ser una persona racional. Te encuentras en una nebulosa de dolor, amor, hormonas revueltas, sentimientos encontrados….
El primer mes es así, casi diría que los tres primeros meses son un poco caóticos. Y después la mayoría de la gente nota mejoría. Pero si tu hijo es de alta demanda no notas mucha diferencia, yo diría que al contrario.
Tu bebé cada día se hace entender mejor y te deja muy claro que no quiere separarse de ti ni un minuto. A él no le importa si tú de vez en cuando necesitas una ducha, o comer. Él quiere estar siempre junto a ti, olerte, escuchar tu respiración, tu corazón. Y todo esto día y noche, día tras día.
Y entonces ¿qué pasa con tu pareja?
Esa persona con la que planeaste tener un hijo, que te apoyó durante el embarazo, que te ayuda en lo poco que puede (porque tu hijo solo te quiere a tí), ¿qué opina de todo esto?
Para un padre debe ser duro en general verse relegado a un segundo plano, pero en este caso yo creo que es peor.
El bebé llora bastante y con intensidad, quiere pecho a todas horas, dormir con su mamá….y el papá lo ve todo desde fuera.
A todo esto  hay que añadirle nuestro cansancio. Cuando conseguimos que el bebé se duerma, nosotras caemos rendidas, y si no, es imposible tener una conversación porque el más mínimo ruido lo despertará.
Ésto además no lo puedes compartir con cualquiera porque te trataría de paranoica (hay que vivirlo para saber de qué se trata).
La cuestión es, que la relación con tu pareja durante un buen período de tiempo, que variará dependiendo de la intensidad de nuestros peques, casi desaparece, y esto es muy peligroso.
Tu pareja es muy importante, le necesitas para que te dé apoyo y te contenga, y él te necesita a ti.
No tenemos que olvidarnos de él porque es una parte muy importante de la familia que aporta estabilidad y armonía.
Si dejamos que el cansancio, las discusiones y los malos entendidos hagan mella en nuestra relación, ésta puede llegar a romperse.
Puede ser buena idea incluso buscar ayuda profesional, eso si, asegurate que sea alguien respetuoso y tolerante con vuestra manera de criar ya que si no lo achacará todo a vuestra manera de hacer las cosas: lactancia a demanda, porteo, colecho…o lo que cada uno haga.
La crianza de niños muy intensos es muy dura, así que será mejor para todos que nos unamos en vez de separarnos.

Justo el otro día cuando andaba pensando en escribir este post sobre la pareja, una buena amiga (gracias Noe) me envío un enlace hablando de cómo solemos poner en primer lugar a nuestros hijos y relegamos al último puesto a nuestra pareja. Puedes leerlo aquí.

Me quedo con este párrafo: «La pareja, tras la llegada de los hijos necesita reconstruirse. Y necesita ser considerada como valiosa y Sagrada. El Amor de la pareja es la fuente que da de beber a toda la familia»

Y soy la primera  que se va a aplicar esto, ya que entre el bebé, las demandas de mi hija que han aumentado considerablemente y la cantidad de proyectos que se han despertado en mi cabeza a raíz de mi segunda maternidad, veo que tengo a mi marido un poquito «abandonado». Así que voy a dejarle una notita para que cuando mañana temprano se levante para ir a trabajar vea que aunque no siempre se lo demuestre le sigo queriendo y sigue siendo importante para mi.