Esta semana hemos vuelto a tener la visita de los virus en nuestra casa y esta vez de una manera menos común. Esta semana nos ha visitado el virus de la varicela.
Es una enfermedad que cuando yo era pequeña todos los niños tenían, era algo normal. Pero una cosa es ver a otros niños con varicela y otra muy diferente ver a tu niña y constatar una vez más como los niños de alta demanda lo viven todo mucho más intensamente.
Empezó con algo de congestión nasal y un poco de fiebre y yo pensé: otro resfriado a la vista, pero esa misma noche encontré un granito muy sospechoso y lo más sorprendente de todo es que se encontraba tan cansada que ella misma decidió meterse a la cama sola tres horas antes de lo que acostumbra a hacer.
Al día siguiente tenía más granitos y lo confirmamos: era varicela. 
Yo estaba tranquila, me pensaba unos granitos y ya. ¿Por qué a veces olvido que mi hija no es tan simple como eso? 
Ha tenido un brote bastante grande, le han salido muchísimos granos y claro está le picaban un montón.
La pediatra nos dió algunos remedios: 
– para la fiebre y el malestar: paracetamol (mal asunto esa medicina no hay manera de que se la tome)
– para los picores: talco en crema (me pareció buena idea, en vez de los polvos de talco rositas de hace años)
– si los picores eran muy intensos: un antihistamínico en forma de jarabe (los jarabes y ella no hacen buenas migas)
Y claro en seguida tuvimos que enfrentarnos a «las medicinas».
Le dolía mucho la cabeza, así que le dije: voy a por el paracetamol. Y ella que no, que quería ibuprofeno que es el único jarabe que le gusta y se toma relativamente bien. Resulta que cuando tienes varicela no puedes tomar ibuprofeno, así que la única opción era el paracetamol. Teníamos dos versiones diferentes y no quería saber nada de ninguna de las dos. 
Cada vez, más fiebre, más dolor de cabeza, más malestar y ella terca como una mula que no quería tomarse nada. Después de un buen rato aceptó de mala gana. Y casi lo vomita. Pero ¿quién hace las medicinas para niños? Yo es que tampoco entiendo esos sabores tan poco agradables. Pero si lo comentas por ahí, la mayoría de los niños se lo toman tan ricamente, y entonces me pregunto: ¿será que su extema sensibilidad sensorial pueda hacer que noten más ese sabor tan amargo que hasta le produce aracadas?
Llega el momento de dar la crema: ¡Mamá está muy fría! En ese momento ya no me parece tan buena la alternativa de la crema, hubiesen sido mejor los polvos de talco. Una vez más ¿puede que tenga una especial sensibilidad a los cambios de temperatura y no le guste ese contacto frío?
Le siguen picando mucho los granos y es que tiene muchísimos por todo el cuerpo sobre todo en la cara y la espalda, en la farmacia nos aconsejan que le demos el antihistamínico y ella muy rotunda va y salta: Yo no me pienso tomar un jarabe. La cara de la farmaceútica, la ayudante, el visitador médico y la vecina que pasaba por allí son un poema, pero la ignoran y empiezan a darme consejos no pedidos: dásela con zumo, añádele un poco de miel, tápale la nariz, las medicinas no pueden saber bien porque entonces serían peligrosas (esta última tiene su lógica, pero para eso estamos los padres para ponerlas lejos de su alcance ¿no?)
Tardamos horas en conseguir que se tomase la nueva medicina y es que su resistencia a los cambios es exagerada.
Siempre me ha resultado muy difícil darle cualquier medicina y también acudir a su pediatra. 
Cuando de bebé ibamos a las revisiones lloraba tanto que no me enteraba de nada de lo que me decía. 
Estos días cuando hemos tenido que ir con ella, el pequeño lloraba como un loco en cuanto nos acercábamos a la consulta y la pediatra extrañada me decía: Pero ¿por qué llora él?
Ir al pediatra les supone estar desnudos, expuestos y encima toqueteados por desconcocidos, eso les produce un gran estrés a los niños de alta demanda. Como ademas tienen una excelente memoria  no se olvidan fácilmente de las cosas y así el próximo día antes de llegar a la consulta ya se pondrán nerviosos.
Todo lo que suponga un cambio en sus rutinas, las cosas nuevas, los sabores nuevos, lo desconocido les supone una fuente de estrés. A nosotras nos toca velar por ellos, atenderles para que no se sientan solos, contenerles en sus intensas emociones. Si les mostramos nuestra empatía no se sentirán tan mal, aunque el resto de la gente no entienda porqué actuamos así.
Por suerte solo han sido cuatro días, ahora está mucho mejor aunque todavía no quiere mirarse en el espejo.