Hoy quiero contarte cómo fue la lactancia con mi hija.

 

Cuando me quedé embarazada, no tenía ni idea de lactancia. Estaba rodeada de mujeres que «no habían tenido leche» o que «su leche era agua». Fíjate hasta qué punto llegaba mi ignorancia en ese tema que en una visita que hice al oculista porque me  estaba poniendo lentillas, me comentó que esperase hasta dejar el pecho para ponérmelas ya que durante el embarazo y la lactancia podía variar la graduación. Le pregunté al oculista que cuánto tiempo sería eso y me dijo: unos cuatro meses. Y yo pensé, pues vale cuando mi niña tenga cuatro meses retomo la idea de ponerme lentillas.

 

Pero fui a los cursos de educación maternal (los que antes se llamaban de preparación al parto) y allí me hablaron maravillas de la lactancia, de lo importante que era la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses, y que la OMS la recomendaba hasta los 2 años o más si se quería.

 

También me enteré de que era el mejor alimento para el bebé, siempre adecuado a sus necesidades en cada momento, que también era bueno para nosotras y que se establecía un vínculo muy especial entre la madre y el bebé.

 

Así que ahí ya estaba convencidísima de que dar el pecho era lo mejor y que si la matrona lo tenía tan claro y yo también, todo el mundo lo tendría claro.

 

Y entonces nació mi nena. Y resulta que la forma de mi pezón era un poco rara y encima mi hija hacía una cosa extraña con la lengua, y en el mismo hospital me dijeron que así era muy difícil que diese el pecho. Me decían que me la pusiera a menudo a ver si así aprendía y que usase pezoneras porque si no no se iba a agarrar. Así que eso hice, pero la segunda noche que pasamos en el hospital mi hija lloraba como una desesperada (como luego ha llorado tantas veces, como un bebé de alta demanda, solo que entonces no lo sabía). Y las enfermeras me dijeron que tenía hambre y le dieron un biberón y le intentaron poner chupete.

 

Eran dos cosas que la matrona en los cursos nos había dicho que no había que hacer y resulta que en el hospital a la primera de cambio lo hacían. Me sentí fatal.

 

Al día siguiente me trajeron leche para que me la pusiera en las pezoneras y así chupase mejor. Total que con este lío y sin tener claro lo que iba a pasar me mandaron a casa y me subió la leche. Se me puso el pecho durísimo, tanto que la nena era incapaz de agarrarse (lo poco que lo hacía). Por suerte en ese momento recibí la llamada de una buena amiga que había sido madre solo unos meses antes y me habló del grupo de lactancia de nuestra ciudad, me dio el número de teléfono y me animó a llamarlas. La verdad es que en el curso nos habían hablado del grupo pero lo había olvidado.

 

Las llamé y me atendieron fenomenal, y por lo menos conseguí pasar ese mal rato del subidón de la leche. Pero seguíamos con las pezoneras y con mucho dolor cada vez que mamaba.

 

Lo de las pezoneras era un auténtico rollo, lávalas, póntelas, vuelvelas a lavar. Era imposible todo ese ritual ya que estaba todo el día literalmente pegada al pecho. Por suerte un día se me cayó una y la niña siguió mamando. A pesar de las agoreras que decían que no íbamos a poder, ahí estábamos mi pezón que había tomado una forma mejor para que mi niña lo pudiese coger y ella que ya no hacía esa cosa rara con la lengua.

 

Pero a pesar de no tener grietas me dolía y mucho, era un dolor insoportable, cada vez que se agarraba y cuando terminaba. Además como ya sabes, una de las características de los bebés de alta demanda es que maman muy a menudo, y yo no podía más.

 

Encima lloraba mucho y con mucha intensidad, y todo el mundo me decía que se quedaba con hambre que la diese un biberón, pero yo seguía en mis trece: si le daba un biberón me cargaría la lactancia y no quería. Demostré una gran cabezonería por mi parte y seguí adelante pese a todo.

 

Recuerdo haber comentado en un ocasión que todo el mundo te habla del embarazo y del parto, pero nadie te habla de la lactancia, y que para mi estaba resultando mucho más dura que el parto.

 

Cuando mi niña tenía 20 días yo estaba a punto de tirar la toalla. Cada día lloraba más, mamaba más y a mi me dolía más. Por suerte esa semana se reunía el grupo de lactancia y allí me presenté. Me ayudaron, me apoyaron, me entendieron, y poco a poco se fue normalizando. Al cabo de unos 15 días el dolor desapareció y empecé a disfrutar de la lactancia. Empezó una de las épocas más bonitas de mi vida. Esa en la que la teta lo es todo: es alimento (mi nena empezó a coger peso y ya nadie pudo decir que no tenía leche), es calorcito de mami, es refugio para el estrés, es alivio para el dolor, es mágica porque sirve para todo.

 

Y así estuvimos 3 años, disfrutando y creando un vínculo maravilloso que hoy perdura.

 

A mi me vinieron muy bien los consejos del grupo de lactancia. Hay mucha desinformación al respecto y es fácil sentirse sola y desamparada en esos momentos.

 

Conozco gente que desde el primer día les va fenomenal y no tienen ningún problema, pero conozco mucha más gente con dificultades a las que le vendría bien tener la información y el apoyo necesarios.

 

Te animo a que te informes, pero de verdad, por gente que sepa asesorarte.

 

No dejes que la falta de información te quite una de las cosas más bellas de la crianza.

 

Te animo a que siempre que te encuentres desorientada en cualquier aspecto de la maternidad, crianza, incluso de tu vida,  busques apoyo y comprensión. Con buena información y acompañamiento TODO es mucho más FÁCIL.