En muchas casas es habitual tener una rutina diaria para antes de acostarse que incluye un relajante baño. Un rato antes de la hora de dormir siguen una serie de pasos, que suelen ser: baño, teta/bibe y a dormir.

Estoy de acuerdo solo con algunas cosas.

El baño diario no es tan buena opción como se pensaba ya que los jabones pueden destruir la capa protectora de la piel del bebe, y el exceso de higiene puede favorecer la aparición de dermatitis y alergias. Higiene sí, pero sin abusar.

Sí estoy de acuerdo en cuanto a establecer una rutina para ir a dormir. A los niños de alta demanda no les gustan mucho los cambios, así que el saber lo que va a pasar les da seguridad. Establecer una rutina que favorezca su relajación puede ser adecuado para que concilien mejor el sueño. Aquí habría que advertir a todos esos papis que creen que un rato antes de ir  a dormir es bueno jugar a juegos activos. Pues no, queridos papis, a esas horas hay que jugar a juegos tranquilitos que ayuden a que nuestros peques bajen de revoluciones no a cosas que les alteren.

Y hablando de cosas tranquilas y cosas relajantes, a la mayoría de los bebés el baño les relaja, a mis hijos no.
Cuando nació mi hija, probamos de todo: la bañera pequeña, el barreño anticólicos, la bañera grande, bañarse sola, bañarse acompañada, agua más fría, agua más caliente, por la noche, por la mañana….todo lo que se nos ocurría, pero nada funcionaba. Era ponerla en contacto con el agua y llorar de tal manera que por mi cabeza pasaba de todo. Llegué incluso a pensar que el agua le hacía daño y es que lloraba como si la estuviese quemando.

Hubo un momento en que decidimos lavarla con una esponjita por partes, y así estuvimos mucho tiempo, solo intentándolo de vez en cuando. En esos momentos, parecía que estuviésemos en una maratón:
Preparados, listos, ya. ¿La tienes? Rápido. Sácala. ¿La habremos mojado por todas partes?
Así hasta un buen día en el que la metimos a la bañera y como ya se sujetaba sentada se puso a jugar y se acabaron los llantos.

Nació el peque y al principio pasó igual. Una vez más el baño se convertía en mi casa en una batalla campal en la que terminábamos todos de los nervios. Para nada relajante. Un día le empezó a gustar y respiramos aliviados. Pero le duró dos días. Pasó una temporada y le empezó a gustar otra vez, pero sin ningún cambio aparente le dejó de gustar y empezó a llorar una barbaridad. Hemos tenido muchos altibajos, y hoy es el día en el que todavía chilla desesperado en cuanto se da cuenta que va a la bañera.

Así que en mi casa el día que queremos ir tranquilos a la cama, lo último que se nos ocurre es dar al peque un baño.