Cuando nació mi hija, yo no había oído nunca ese término. Para mi, los bebés eran bebés. Pero llegó ella a mi vida y la puso patas arriba.

 

No era como la mayoría de bebés que veía en la calle, en las clases de masajes para bebés, ni era como los de mis amigos, eso saltaba a la vista. Si encima compartía mi día a día, veía que era muy diferente. Ella apenas dormía, siempre estaba alerta y erguida, desde el primer día. Su mirada atenta impactaba a todo el mundo. Y su llanto era ensordecedor.

 

Yo me sentía mal. Empecé a buscar en internet y descubrí el término bebés de alta demanda, y sus características, y vi que mi hija se ajustaba mucho a esa definición.

 

Seguí buscando y encontré otras mamás con bebés muy parecidos a la mía, increíblemente parecidos entre ellos y muy diferentes de los demás.

 

A mí no me gustan las etiquetas y además la de «alta demanda» tiene como una connotación negativa, pero es la que hay y es la que usaremos para entender de qué estamos hablando, pero siempre teniendo presente que estos bebés y niños la gran particularidad que tienen es que son muy intensos, y eso no es malo.

 

Se que muchas personas opinan que todos los bebés son demandantes, yo también, pero también he comprobado que los niños piden lo que necesitan, y una vez que sus necesidades son satisfechas, se quedan tranquilos. Los bebés de alta demanda nunca están satisfechos, siempre necesitan más. Eso es lo que les diferencia.

 

Así que desde mi experiencia te digo que sí existen los bebés de alta demanda, y que si dudas si tu hijo es o no de alta demanda, seguramente  no lo sea. Cuando tu hijo es de alta demanda, lo sabes desde el primer momento, aunque nunca hayas oído hablar de ellos.