El pasado viernes se celebró la fiesta más tradicional de mi ciudad, una fiesta declarada de Interés Turístico  Regional. En ella se mezcla lo religioso y lo profano en una mezcla de sonidos, olores y gente mucha gente.
 
Es una fiesta que o te encanta o la odias, y por eso a la gente que le encanta va a pesar de las dificultades y a los que no les gusta aprovechan para viajar a otras ciudades y poder ver algo típico sin las aglomeraciones del fin de semana.
 
Yo he vivido siempre muy cerca del lugar donde se celebra esta fiesta. Cuando vivía en casa de mis padres, con solo asomarme a la ventana veía el ambiente: los puestos del mercadillo donde vendían de todo, los puestos de las peñas donde podíamos degustar los productos típicos de la tierra: chorizo, morcilla……y la afluencia de gente que durante todo el día acudía a esa zona por lo general muy tranquila. Ahora vivo un poquito más lejos pero no mucho en 5 minutos en autobús estamos allí.
 
Yo soy de las personas  a las que esta fiesta le encanta y he disfrutado de ella siempre que he podido, pero no a costa de cualquier cosa.
 
Cuando mi hija tenía 10 meses, nos acercamos a ver qué tal, pero estando muy pendientes de ella. La llevé en mai tai y a los 5 minutos, me fui con ella. Fue entrar y ser consciente de que por mucho que me encante esa fiesta, la realidad es que hay mucho ruido, mucho polvo y mucha gente y me parecieron demasiados estímulos y demasiado polvo para una niña tan pequeña (además de una pelusas que sueltan los árboles que son bastante molestas)
 
Así que ese año me fui. En los años siguientes sí que participamos y ella lo pasó genial.
 
El año pasado con el peque hicimos lo mismo, aunque en esta ocasión nos quedamos por la parte de fuera que se estaba mejor y pudimos disfrutar del ambiente.
 
Este año ya más mayorcitos los dos, estuvimos parte del día, a pesar de tener que refugiarnos de la lluvia en un par de ocasiones y me fijé en otras familias.
 
Mucha gente llevaba a los niños en mochilas, ese día aparecen mochilas por todas partes, la pena es que muchas no eran ergonómicas y veías a los niños colgando  y mirando hacia adelante. De esa manera si el niño no se siente a gusto no puede comunicárselo a sus padres.
 
Otras personas habían decidido ir con la sillita o cochecito. El sitio es un gran parque lleno de tierra, sin aceras y ese día a tope de gente. Yo personalmente no me atrevería a llevar a mis hijos en cochecito a un sitio así. A parte de que se puede caer cualquier persona encima del niño, éste solo va viendo los traseros de la gente. El cochecito además es muy difícil de manejar en un sitio así.
 
Y además con el jaleo es imposible que oigas a tu hijo si éste te pide algo.
 
Nos encontramos con una familia conocida que llevaba a su bebé de 4 meses en el cochecito llorando a todo llorar. Le dije al padre: Parece que no quiere estar aquí. Y el padre sin pestañear respondió: Pues tendrá que querer.
 
¿Y si el niño estaba asustado por el exceso de jaleo, o le picaba la nariz por el polvo, o se sentía solo y quería estar con alguien?
 
Con la cantidad de adultos que conozco que no soportan ese sitio, ¿por qué le va a gustar a un bebé que no entiende que es lo que pasa?
 
¿Por qué la gente no es capaz de escuchar a los niños?
 
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