Hoy vamos a conocer a Susana y a su hija.

Susana es una fiel seguidora de Crianza de Alta Demanda que nos comparte un precioso relato de los primeros días de vida de su hija, que ella cree que fueron determinantes en su forma de ser.

 
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Te dejo con ella:

Soy Susana, madre de una niña de tres años, jurista de profesión, poetisa de corazón y voluntaria en asociaciones pro parto respetado, lactancia materna y crianza respetuosa.

¿Antes de tener hijos, qué pensabas de la maternidad?

No tenía ni idea, no cuestionaba nada… Ni la atención al parto, ni la baja maternal de cuatro meses, ni los castigos… No entendía por qué algunas madres amamantaban durante años a sus hijos o los llevaban en fular… Pensaba que estaba superpreparada con mi carrito, mi moisés, mi hamaca y demás utensilios «para poner al bebé mientras hago otras cosas»…

Sonrío al escribir estas líneas, sonrisa que supongo de alivio porque mi hija me salvó de seguir viviendo en la inconsciencia absoluta.

¿Cómo cambió tu vida cuándo nació tu primera hija?

Cambió a todos los niveles.

A nivel organizativo, aprendí a vivir sin reloj. Las necesidades de los bebés son inminentes, y me limité a atenderlas. El primer año hacía las tareas domésticas  a medianoche.

A nivel social, me retiré bastante del mundo. Sé que esto es un riesgo para la autoestima de las madres, pero mi entorno no entendía a mi hija, y ella es lo primero.

A nivel personal, conecté con mi propia infancia, lo cual me ayudó a gestionar mejor mi vida y a dirigirla hacia donde realmente quiero ir. Esto me dotó de una fuerza y de una serenidad maravillosas.

¿Qué cosas hacía tu hija diferentes al resto de los niños?

Mi hija, desde recién nacida, es una experta en captar las emociones de otras personas. Las atraviesa con la mirada y, si percibe en ellas nerviosismo o distanciamiento emocional, llora. Este don suyo y mi deseo de ser políticamente correcta con las visitas no son compatibles…

Tampoco está cómoda en situaciones en que hay mucha gente y bullicio, p.e. fiestas infantiles, que «se supone» deberían gustarle. De momento le cuesta asimilar esos eventos.

¿Cuáles son sus características más peculiares?

Cada día me sorprende con su capacidad de análisis y para relacionar conocimientos, su memoria, su imaginación desbordante, su amor por la vida, su generosidad y su empatía. Es mi maestra.

¿Tenías apoyo de la gente: pareja, familia, amigos…?

Mi pareja, al convertirse en padre, emprendió un proceso personal titánico del que estoy muy orgullosa y es un apoyo fundamental.

Las demás personas de nuestro entorno simplemente no aceptan el llanto de nuestra hija. Se limitan a intentar entretenerla con golosinas o con un «qué fea te pones cuando lloras» y mi hija los mira con cara de póker…

¿El comportamiento de tu hija afectó a vuestra vida de pareja, a la relación con vuestras amistades, a vuestra vida en general?

Por supuesto.

Como comenté antes, los primeros dos años me aparté bastante de todo porque atenderla ocupaba todo mi tiempo. Lo asumí como una necesidad para trabajar nuestro vínculo afectivo. Aunque en ocasiones dura, fue una etapa crucial, en la que aprendí a conocerla y a conocerme. Volvería a hacerlo exactamente igual. Inevitablemente nuestra vida de pareja también se vio afectada, pero a largo plazo esa experiencia sirvió para unirnos más.

¿Has notado cambios en su manera de ser al crecer?

Sí. Desde que comenzó la separación emocional (en torno a los dos años y medio), pasa ratitos jugando mientras hago otras cosas (antes era imposible), duerme toda la noche (antes tenía despertares múltiples), acepta mejor despedirse de mí… Aunque esto último no es un progreso lineal, ya sabes que cuando están a punto de dar un salto madurativo, se hacen más demandantes. Como dice una amiga mía, el cordón umbilical que nos une a nuestros hijos realmente es un muelle…

¿Qué es lo mejor de tener un hijo de alta demanda?

Lo mejor es esta sensación de volver a la esencia, al origen (yo también era de alta demanda). Ello supone desmontar todos los esquemas mentales que tenía, cuestionarlo todo y vivir en coherencia con mis ideales, con el mundo que sueño para mi hija.

¿Y lo peor?

Lo peor es que a veces el cansancio me impide ser todo lo paciente y empática que ella merece.

¿Crees que tú has cambiado?

Totalmente. Ella me enseñó a sentir, a pensar, a luchar, a amar… A vivir, en definitiva. Casi nada.