El sueño es un proceso evolutivo.

 

Esta premisa debemos tenerla muy clara cuando nos encontramos frente a un niño de alta demanda.

 

Pero ¿qué quiere decir exactamente eso de que el sueño es un proceso evolutivo? Pues quiere decir que todo niño sano, aunque actualmente presente despertares frecuentes o algún problema a la hora de acostarse, va a dormir correctamente algún día.

 

El sueño va unido a nuestro desarrollo y por lo tanto va cambiando en función de nuestras necesidades en cada momento, pero estos cambios se presentan poco a poco de una manera casi imperceptible.

 

El sueño de una persona adulta no es continuo sino que se divide en fases en las que el sueño es más profundo y otras fases en las que es más superficial. a lo largo de la noche vamos pasando de uno a otro varias veces, formando ciclos. Cada ciclo tiene una duración diferente, desde unos 50 minutos en el bebé a unos 90-120 minutos en el adulto.

 

Al cambiar de cada ciclo se producen microdespertares. Durante ellos los adultos cambiamos de posición, nos tapamos, nos destapamos…y seguimos durmiendo, sin percatarnos de ellos.

 

En el caso de los bebés no es así, ellos se despiertan del todo y no «saben» dormirse es algo que irán aprendiendo con el paso del tiempo, igual que aprenderán a caminar y a hablar.

 

Sus fases de sueño tampoco siguen los mismos patrones que los adultos, ya que ellos tienen unas necesidades diferentes.

 

Los bebés pequeños se despiertan varias veces en la noche para asegurarse la supervivencia: por una parte necesitan alimentarse frecuentemente para evitar hipoglucemias y por otra comprobar que estamos ahí para protegerles (biológicamente son iguales que los bebés de la época de las cavernas).

 

Por eso van alternando breves periodos de vigilia con periodos de sueño.

 

Cuando los bebés crecen cambian sus necesidades y por lo tanto su sueño, pero esto ¿quiere decir que van a dormir mejor? pues depende. Hasta los 2 años los bebés pasan por una serie de etapas «estresantes»: introducción de alimentos, angustia de separación, caminar solos, salida de dientes….son los primeros pasos hacia su autonomía y eso les va a hacer estar más inquietos lo que se va a traducir en la calidad de su sueño y del nuestro.

 

Según mi experiencia, a partir de los 2 años y muy poco a poco el sueño va mejorando, pero no de una manera lineal, es decir puede que un día duerma 6 horas del tirón, lo cual está muy bien, y luego pase un par de meses despertando cada hora y media.

 

No tenemos que perder de vista que los niños de alta demanda son de por si muy inquietos, curiosos, activos...y todo eso va a influir en su sueño. Así que debemos estar muy pendientes de las actividades que tienen durante el día nuestros niños y también propiciar un buen ambiente antes de ir a dormir.

 

Si tu hijo tiene menos de dos años y aún se despierta a menudo, no te preocupes, es del todo normal. Piensa que cada día estás un poco más cerca de conseguir una noche seguida de sueño y el día que eso ocurra verás cómo lo disfrutas.

 

Si quieres profundizar en el tema te recomiendo el libro de Rosa Jové: «Dormir sin lágrimas»