El viernes pasado y después de una larga enfermedad, mi madre decidió que había llegado el momento de descansar y nos dejó.

Ha sido un fin de semana difícil, ya que aunque era algo que sabíamos que iba a pasar no por eso ha sido fácil de digerir. Por suerte nos hemos sentido toda la familia muy unida y hemos tenido el apoyo de muchos amigos.
He sentido pena, tristeza, amor, solidaridad, apoyo, miedo y preocupación.

Uno de los motivos de mi preocupación era la reacción de mi hija. No tenía claro cómo decírselo y cómo lo iba a tomar.

De momento su reacción ha sido de curiosidad. Cada poco me pregunta: cómo fue, qué pasó, por qué……

Y de sensibilidad. La hecha mucho de menos, así que sus interminables preguntas se mezclan con una gran tristeza y no consigue entender lo que pasó.

Todo esto está siendo duro para mí que me toca una y otra vez hablar con ella y recordar. Pero creo que también está teniendo un efecto positivo ya que me hace pensar muy bien lo que voy a decir y elegir las palabras más apropiadas para ella. Y así, busco las cosas más agradables, lo más bonito que recuerdo, los mejores momentos, y eso también me hace bien a mí.

Sé que será un camino largo y a veces complicado, pero una vez más gracias a ella creo que aprenderé muchas cosas que de otra manera seguro que serían más difíciles.

Y como le digo a mi hija: Sé que donde esté nos seguirá cuidando.

Siempre estarás en nuestro corazón.
Imagen cortesía de FreeDigitalPhotos.net