El síndrome de Burnout, según la Wikipedia  es un padecimiento que, a grandes rasgos, consiste en la presencia de una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido: síndrome de agotamiento laboral.

 

El síndrome de Burnout también es llamado síndrome de desgaste profesional, síndrome de desgaste ocupacional (SDO), síndrome del trabajador desgastado, síndrome del trabajador consumido, síndrome de quemarse por el trabajo, síndrome de la cabeza quemada.

 

Aunque la definición habla del ámbito laboral, podemos trasladarlo al ámbito de la maternidad y  más en concreto a la maternidad de bebés y niños de alta demanda. En este caso, la definición quedaría más o menos así: respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes físicos y emocionales debidos a la intensa y continuada demanda por parte de nuestros hijos. Este síndrome se puede manifestar con un agotamiento físico extremo, una cierta ineficacia en las tareas más simples que lleva a una gran frustración y a una elevada tensión emocional.

 

Ya sabemos que los bebés y niños de alta demanda son agotadores por varios motivos:

 

  • Duermen muy pocas horas y además despiertan a menudo: en ese tiempo nosotras no conseguimos un descanso verdadero, con lo cual vamos acumulando horas de sueño.
  • Necesitan contacto físico continuo. Así que a menudo vamos a tener que portearles varias horas al día. Si a esto le añadimos la atención exclusiva de manera continuada, tanto de día como de noche el cansancio físico está asegurado.
  • Su intensidad emocional, su resistencia a las cosas más básicas, su claridad de ideas, que no son siempre las más adecuadas para nuestra vida adulta, nos pueden hacer estar a menudo en un tenso estado emocional.
Cuando  estos factores que nos provocan un agotamiento físico y emocional extremo se prolongan mucho en el tiempo, cosa muy normal con niños de alta demanda, podemos encontrarnos con el Burnout.
Y sin darte cuenta empiezas a hacer muchas cosas de manera automática, sin pensar, sin disfrutar, sin estar realmente presente. En ese momento dejas de escucharte a ti misma y a tus hijos, para funcionar como un robot.
Es importante no llegar a esos extremos aunque es difícil no hacerlo en algunos momentos. Para evitarlo tenemos que cuidarnos nosotras, de manera que aunque las situaciones que nos producen ese estrés sigan estando ahí, no nos afecten de esa manera tan brutal que al final hace que incluso nos desconectemos de nuestras emociones.

 

Es muy importante tener apoyo logístico y emocional. De tu pareja, familia, amigos, grupos de apoyo. Necesitas, si puedes descargarte de tareas físicas que no sean importantes y soporte emocional, sentirte comprendida y poder desahogarte cuando lo necesites.

 

Yo lo he sufrido hace poco y es demoledor. Llega un momento que no puedes más y piensas que todo te da igual. Tu cabeza y tus emociones están como desconectadas y tus hijos notan esa lejanía, se asustan y te reclaman aún más. Y sientes ganas de salir corriendo y desaparecer. Pero en ese momento tu hija se acerca y te dice: ¡Eres la mejor madre del mundo! Y no sabes si reir o llorar porque tú no sientes eso sino todo lo contrario. Entonces vuelves al mundo real y piensas: pues sí, soy la mejor madre del mundo, doy a mis hijos lo mejor de mi y busco lo mejor de ellos. Estoy agotada y así no funcionamos bien y decides hacer algo: descansar más, desconectar mentalmente, escuchar a tus hijos de verdad, disfrutar……….

 

Y poco a poco todo cambia, empiezas nuevamente a sentir. Todo sigue siendo agotador, pero le buscas el lado positivo, le das la vuelta a la tortilla y vuelves a vivir.

 

Cuídate, por tus hijos, por ti. Procura no llegar al límite y si lo haces busca ayuda para salir.